El lugar como espacio efímero, que se contrapone con el ideal del arquitecto de crear y moldear espacios eternos, asentados en el tiempo, inalterables. Siendo estos lugares, a lo largo de los años, una respuesta constante a las necesidades de la sociedad. Y es ahí, a nuestro entender, donde reside el gran compromiso de nuestra época.
Hoy más que nunca nuestra sociedad está cambiando a pasos agigantados. Estamos siendo parte de la mayor transformación de la historia de la humanidad. El crecimiento del que estamos siendo presente se está valorando de forma exponencial. Hace 20 años ni se imaginaba donde estamos ahora, ni nosotros somos capaces de llegar a comprender donde estaremos en otros 20 años.
Se están rompiendo barreras, la globalización, cada vez somos todos más “iguales”, comemos la misma comida, con la diferencia de algunos pequeños matices, tenemos las mismas necesidades, aficiones, preocupaciones. ¿Pero hasta cuando esto?, ¿quizás no estemos llegando a una época donde todo sea virtual?, ¿probablemente no se esté cambiando la idea de templo, la idea de espacio donde reunirnos, por un templo mas interior, de un disfrute más personal y único?
Es ahí donde el arquitecto tiene su encrucijada, o adaptarse o morir. Nos enfrentaremos a nuevos usos, que todavía ni conocemos, tendremos que cambiar nuestra idea de vivienda, nuestra idea de centros de docencia, nuestra idea de bibliotecas, en realidad todo lo que sea sospechoso de ser cambiado por la tecnología, que es casi todo, será replanteado en el futuro. Debemos ser esponjas.
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